martes, 31 de marzo de 2015

Un poco de ficción... (III)

Desesperándome por momentos, volví a entrar dentro. Por la tele decían que en Barcelona probablemente ya no quedaba nadie sano por las calles. Ni en las calles, ni en edificios públicos. Según estimaciones, unos seiscientos mil infectados vagabundeaban por la ciudad. Unas veinte mil personas habrían muerto en enfrentamientos. Habrían abandonado Barcelona trescientos mil ciudadanos. Y dentro de los edificios aún quedaban alrededor de un millón de supervivientes, como se nos empezaba a llamar. Se nos pedía que bajo ningún concepto abandonáramos nuestros pisos y que esperáramos a que el Ejército nos evacuara. Tampoco había sido muy difícil sobrevivir, pensé. Pero al reflexionar me di cuenta de que la mayoría de la gente trabaja, y que fue a la hora punta de la mañana cuando el caos explotó sobre la urbe. Por tanto mucha gente fue sorprendida mientras se desplazaba a los puestos de trabajo, ya fuera en metro o en autobús, en coche o por la calle.
Finalmente llego con mi relato al día de hoy, el tercero desde que empezó todo. Esta tarde he vuelto a hablar con mis padres. Siguen retenidos en Igualada y parece que los van a evacuar más lejos aún. Me pedían que por favor tuviera cuidado y que bajo ningún concepto saliera de casa, que me esperara a que llegaran soldados a buscarme. Mientras que el caos en Barcelona y las ciudades que la rodean ha dado paso a una desagradable tranquilidad, se empieza a perder el control de Terrassa, Sabadell, Sant Cugat, Castelldefels, Granollers i Mataró. También se han producido casos por el norte en Girona y por el sur en Reus y Lérida. Lo más preocupante es que han aparecido casos en Madrid, Santiago de Compostela, y Londres. Al parecer, antes de que cerraran el Prat, diversas personas infectadas pero sin desarrollar síntomas subieron en aviones hacia estas destinaciones, lugares de residencia. Al llegar se les aisló como medida de precaución, sin informar a los medios para no extender la alarma. Pero pasadas unas horas, al entrar en la fase violenta de la enfermedad, contagiaron al personal de cuarentena. Éste a su vez contagió al personal del aeropuerto, y éste a los viajeros que a estas horas están esparciendo el virus por las calles de sus ciudades. Cabe decir que la palabra contagiar es un eufemismo comparado con el hecho en sí. Los enviados especiales tanto aquí como en el extranjero solo reportan imágenes de muertos, sangre y violencia.

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