martes, 31 de marzo de 2015

Pero, al fin y al

Pero, al fin y al cabo, ambos son dos cuentos, dos fábulas que nos retratan a la perfección la condición humana desde dos perspectivas diferentes. En una la vida real se abandona y desvanece eligiendo el sendero de la fantasía y la imaginación, que es el único capaz de convertir lo miserable en portentoso y lo mediocre en destacable. En la otra la crudeza de la situación hace que sus propias víctimas olviden sus sueños y sus principios en un afán de supervivencia darwiniano. Pero en ambas, como en los cuentos, al final nada es lo que parece: los lobos pasan a ser ovejas y la mentira es la mayor verdad.

El mundo no es como es, es tal y como lo percibimos, con nuestros deseos, anhelos, sueños, miedos, frustraciones y desgracias. Esas variables impredecibles lo convierten en un mundo mágico y real al mismo tiempo; en un mundo en el que todo se relativiza y las verdades absolutas no existen y en el que los principios y pilares más sólidos de la vida se pueden convertir en arena con un giro del destino.

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